CAPÍTULO 1
Todo ardía a su alrededor. El techo y
las paredes de madera estaban cada vez más invadidas por las furiosas llamas.
Tenía que salir de allí, pero su cuerpo no respondía. ¿Cómo? No podía creerlo.
Su cuerpo estaba paralizado. Sino conseguía moverse de aquel lugar moriría abrasada
por el fuego, y aquello le aterrorizaba.
El humo invadía sus pulmones y
empezaba a hacer efecto en su cuerpo haciéndole toser con frecuencia. Su cuerpo
seguía sin responder. El calor era cada vez más insoportable y su visión cada
vez más escasa. La desesperación, la impotencia y el esfuerzo físico de
mantenerse con vida hizo que su cuerpo perdiera fuerzas y se desplomara cayendo
al suelo. Sus lágrimas se evaporaban haciéndolas imperceptibles. ¿Iba a morir?
¿Por qué se encontraba en aquella situación? No comprendía nada. De pronto,
unos gritos interrumpieron sus pensamientos.
-
¡NORA!
¡NORA! -Sintió como alguien le tocaba y sacudía con brusquedad. ¿Quién …?
* *
* *
Abrió
los ojos rápidamente volviendo a la realidad que le envolvía. Sus dos hermanos
pequeños la estaban zarandeando para despertarla y fastidiarle otra vez.
-Vale,
vale ¡ya estoy despierta! – dijo con poca paciencia. Sus dos hermanos se subieron
encima de ella para asegurarse de que así fuera. Nora intentó hacer un rápido
movimiento para coger a uno de ellos, pero no lo consiguió. Eran bastante
ágiles. Ella quiso atraparles, pero salieron corriendo de la habitación riendo
a carcajadas antes de que pudiera hacerlo. Por fin la dejaron sola, y en ese
momento se dio cuenta de que estaba empapada en sudor y su corazón aún seguía
latiendo con rapidez por aquella pesadilla que parecía ser extrañamente, tan
real.
Sus
dos hermanos eran bastante molestos y el que fueran gemelos complicaba más las
cosas. Owen y Troy, parecía que no podían vivir sin ella. Solo sabían hacer
trastadas y eran expertos en hacerle perder la paciencia. Lo más injusto de
todo era cuando delante de su madre se comportaban como angelitos y nunca le
hacían creer que hacían algo malo y por eso, casi siempre era a ella a la que
le regañaban por todas sus travesuras.
Nora
se peinó sus cabellos lisos color caoba que le caían por los hombros con
un peine de madera vieja y luego, se dispuso a colocarse un vestido de color granate
oscuro con unos detalles en beige que le llegaba hasta los tobillos. Estaba un
poco dañado, deshilachado y lucía bastante usado, pero era su única prenda. Su
familia vivía en precariedad por lo que no podía permitirse algo mejor.
Aún
no había amanecido cuando salió a recoger los huevos del gallinero, en el que
solo había tres gallinas. Aunque hay que decir que rara vez ponían tres
huevos, debido a la poca comida que se les podía dar. Después, iba al pequeño
huerto donde cultivaban verduras como algunas zanahorias, lechugas, algo de
trigo y patatas. Además, tenían un pequeño lugar donde habían conseguido que
crecieran algunas hierbas medicinales ya que su madre las conseguía cuando iba
al bosque en busca de frutos salvajes. En el huerto debía remover la tierra
para quitar las malas hierbas y de ahí a veces conseguía gusanos y otros seres
diminutos con los que alimentaba a Zury, Pam y Coco, sus tres gallinas. Luego,
tenía que regar con el agua que sacaba de un pozo común, que se encontraba en
la zona donde vivían y con la que se abastecían unas cuantas familias de
alrededor, las cuales eran bastante pobres. Cuando recogía algunas verduras de
temporada o en algunos casos hierbas medicinales se dirigía a la casa de Bruce,
un anciano con el que cambiaba sus productos por algo de leche.
Su madre, sus hermanos y ella vivían en el
reino de Norkia, en una zona alejada del centro de la ciudad. Nora debía
levantarse antes de que aparecieran las primeras luces del alba para ayudar a
su madre Tess que era de salud frágil y que siempre lucía una piel muy pálida.
Nora intentaba hacer todo el trabajo físico posible antes de marcharse a
trabajar como doncella en una familia adinerada, los Lodrak.
Podríamos
decir que no eran personas muy agradables, pero le habían concedido un trabajo
con el que su familia podía sobrevivir y por ello, ella ya les estaba
agradecida. En esa casa no todo era trabajo duro y sin descanso, la hija menor
de la familia, Kya Lodrak era de su misma edad y desde el primer momento se
llevaron bien, aunque no dejaba de ser una niña mimada y caprichosa a la que
tenía que servir. También estaba su hermano mayor Rals, quien siempre le
ayudaba a salir de algún apuro que le surgiera, era sorprendentemente
agradable. Sus padres eran otro cantar, pero nadie podía compararse con la vieja
señora Lodrak, la abuela. Una mujer mayor, alta, delgada, de rasgos duros y
mirada fría. Observaba a todo el mundo como si fueran inferiores a ella incluso
a veces, lo hacía con los de su propia sangre. Nora debía tener mucho cuidado
con ella como el resto de criados de la casa. Sin embargo, no podía
dejar de pensar en que aquella señora la tenía tomada con ella ya que cada día
le exprimía hasta sus últimas fuerzas.
Con
las primeras luces del alba, Nora entró en la casa de los Lorak por la puerta
de atrás, que era la que usaban las doncellas y sirvientes, puesto que la
puerta principal era exclusivamente para las personas dignas, de dinero quienes
se consideraban superiores a los demás. Nada más entrar, las doncellas se
colocaban el delantal de trabajo y las que mandaban entre ellas comunicaba a
las demás sus tareas. Como cada día Nora debía limpiar, fregar, ayudar a
preparar la comida y la mesa, que todo estuviera perfectamente colocado,
levantar a la señorita Kya y al señorito Rals y ayudarles para que estuvieran
presentables ante la familia.
Nora
golpeó dos veces la puerta que daba a la habitación de la señorita Kya, quien
era la que más tardaba en preparase para bajar a la mesa.
- Señorita Kya, ¿está despierta? -volvió a
golpear pegando esta vez la oreja en la puerta.
- Nooo, ven luego. -dijo Kya en baja. Nora consiguió
escucharla y pensó que ojalá pudiera, pero sino le hacía bajar le iba a caer un
buen castigo. Por lo que tuvo que entrar. La habitación era tres veces más
grande que la suya, bastante amplia y espaciosa con muebles de diseño llenos de
vestidos, zapatos y complementos preciosos. Ella se dirigió hacia una de las
ventanas para dejar entrar la luz de la mañana y permitiéndole observar una
habitación a la que no le faltaba detalle y con la que Nora solo podía soñar.
La señorita Kya estaba acostada en una cama con cuatro barrotes de madera en
cada esquina de las que caía desde arriba una tela rosada semitransparente con
la que evitaba que los insectos se le acercasen. Nora recordó que escuchó a las
otras doncellas hablar sobre que la señorita Kya le había exigido a su padre
que se la trajera en uno de sus viajes de negocio, el cual consistía en la
realización de cuero proveniente de pieles de animales que
parecía encontrándose en un momento de desarrollo realmente
favorable para la familia.
- Señorita, es hora de despertarse. – dijo
respirando profundamente poniendo cara de pocos amigos. – Si no baja a desayunar
me meteré en problemas y usted también, ya sabe cómo es la señora Lodrak.– Viendo
que Kya seguía sin moverse decidió subirse en su gran cama y se dispuso a
saltar.
- Nora, para. – Dijo aún somnolienta. La
cama no paraba de moverse y su doncella no parecía que fuera a cambiar de
pensamiento. Cogió uno de sus almohadones y se lo colocó en la cabeza. Nora
cogió otro y empezó a golpearle para que se levantara.
- Por todos los cielos. – Kya resopló y no
pudo evitar reírse. Con su propio cojín contraatacó.
Estaban
las dos de pie saltando encima de la cama y golpeándose con los almohadones de
piel cuando alguien rasgó el ambiente con su única presencia al entrar en la
habitación sin haber llamado. Nora y Kya pararon al instante y sus expresiones
cambiaron radicalmente al ver a la señora Lodrak, la madre de Kya. Nora bajó
rápidamente de la cama y se colocó en una postura de arrepentimiento inclinando
su cabeza sin incorporarla en ningún momento.
- Lo siento mucho, mi señora. – Se disculpó
Nora. Viendo que ella no respondía siguió diciendo. – No volverá a ocurrir, se
lo juro. – A Kya no le gustaba observar a Nora en esos momentos de aprieto en
los que se solía encontrar a veces, se bajó de la cama y se dirigió a su madre.
- Ha sido culpa mía, madre. -le dijo. – Ella
solo intentaba despertarme. - La madre de Kya seguía sin inmutarse.
Físicamente
era una mujer de estatura media, no muy delgada y ya con algunas arrugas que marcaban su edad madura. Llevaba un vestido de color
violeta ceñido a la cintura con unas mangas largas que acaban en punta. Sus
cabellos oscuros como el azabache los tenía trenzados y recogidos en un moño
alto, su nariz alargada y redondeada le daba un porte clásico con unos ojos
castaños algo vagos que te daban la sensación de que se iba a otro lugar en
medio de una conversación. Incluso Nora podía captar un vacío interior en ella,
sin embargo, en ocasiones se plantaba delante de ti como una mujer que sabía
muy bien la posición social a la que pertenecía.
La madre de Kya,
formó una media sonrisa en su rostro cuando dirigió su mirada hacia su hija. Con
una mirada tranquila cogió los mechones sueltos de Kya y con suavidad intentó
colocárselos mejor detrás de la oreja. Nora echó una ojeada mientras seguía
inclinada en modo de arrepentimiento.
- Kya, Kya… -Suspiró - querida hija. – dijo mientras soltaba
unas risitas que helaban la sangre. – Qué ignorante eres, ¿acaso no sabes que no puedes entablar
una amistad con este tipo de persona? – dijo señalando con la cabeza a Nora. Quien
se sintió realmente insignificante. – Márchate de aquí. – dijo la señora Lodrak
secamente dirigiéndose a Nora. - Ve a preparar a mi hijo Rals – hizo una pausa
- yo prepararé a mi hija, viendo que no eres capaz de cumplir con tu trabajo. – Nora asintió y salió de la habitación cerrando
la puerta tras de sí.
Nada
más salir se apoyó en la puerta intentando que su respiración agitada volviera
a la normalidad. Destensó sus puños que habían estado cerrados por la tensión
del momento. Mientras intentaba relajarse escuchó a la madre de Kya hablar.
- No vuelvas a acercarte a ella –
le dijo la señora. – son gente de la que no hay que fiarse. Como son pobres
buscan juntarse con personas de bien para después engañarlas y apuñalarles por
la espalda.
- Pero mamá… - empezó Kya pero su madre le
interrumpió.
- No le hables, no le mires, no te acerques
más de lo debido y no confíes nunca en esa clase de gente. ¡Parásitos! eso es
lo que son. – dijo con un tono de asquerosidad que Nora pudo captar muy bien. -
¿Me has entendido?
- Sí, madre.
Nora
cerró los ojos y respiró profundamente. Procuró no pensar en su madre, sus hermanos
y en sus conocidos que eran de su misma condición porque si lo hacía estaba
segura de que las lágrimas brotarían sin cesar. El desprecio hacia su persona
era algo cotidiano en esa casa y a veces sentía que no podría aguantar, sin embargo,
por alguna extraña razón, todas las mañanas se levantaba con energía y
positivismo pensando en que un día no muy lejano las cosas podrían volverse muy
distintas.
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